martes, 1 de marzo de 2016

El Comunismo se opone a todas las religiones.:.

Suplemento al mensaje de maestros visitantes para el mes de julio de 1962 Preparado bajo la dirección del Obispado Presidente.

JESÚS, premeditadamente, aconsejó: "Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas." (Mateo 6:24)

Las bases y Ja doctrina materialista de la filosofía comunista puede no solamente identificarse como "las riquezas" o "Mamón" que Jesucristo condenara, sino que constituyen realmente la verdadera naturaleza del anti-Cristo.

Nicolás Lenín, el fundador del comunismo ruso y uno de los más diligentes eruditos en las filosofías de Karl Marx y de Federico Engels, declaró: "Debemos combatir la religión; esto es al ABC de todo materialismo y consecuentemente, del marxismo. . . . Nuestra batalla contra la religión no debe limitarse ni reducirse a meras predicaciones abstractas e ideológicas. La Judía  constituyen realmente la verdadera naturaleza de clases; su objetivo debe ser la eliminación de las raíces sociales de la religión. Así que, ¡abajo la religión; viva el ateísmo! Nuestra tarea primordial es esparcir la semilla del concepto ateo." (Religión, por N. Lenín, pá- gina 14) 

Solemnemente debemos dedicarnos a la noble causa de preservar nuestras libertades: libertad de conciencia y culto, libertad de palabra y prensa, libertad de elección, de reunión y de trabajo. Debemos ser libres como individuos y tener la protección de la ley en su debido proceso. Es necesario que adoptemos en nuestros hogares y escuelas las tradiciones de la libertad que nos legaran aquellos intrépidos campeones que supieron luchar por nuestra independencia, la cual es base de nuestra dignidad como hijos e hijas de Dios. Las filosofías del comunismo asientan sus pilares en la compulsión, el odio, la desconfianza y la mentira, y tienden a la anulación de la iniciativa individual y a la degeneración, hasta el nivel animal, de la raza humana. Buscan que el hombre, como un animal, se contente con integrar un hato colectivo donde su moral y el espíritu de la procreación racional son confundidos en las características de la bestialidad.

El "Pravda", órgano periodístico oficial del comunismo, publicó lo siguiente en septiembre de 1928: 'La naturaleza universal de nuestro programa no es un simple discurso sino un sangriento y colectivo realismo. No puede ser de otro modo—nuestra meta final es un Mundo Comunista; nuestro entrenamiento está orientado hacia una revolución mundial, la conquista de un poder de alcance universal y el establecimiento de una dictadura proletaria en todo el orbe."

El propósito del comunismo no ha sido abandonado. Actualmente está siendo renovado con más intenso vigor que en ningún otro tiempo de la historia. Estas fuerzas satánicas están trabajando denodadamente para destruir todo principio Cristiano. Hoy, más que nunca, se hace extremadamente necesario que nos embarquemos en la amplia campaña de predicar en contra de estos esfuerzos insidiosos. Cabe destacar la profética advertencia pronunciada por el presidente J. Reuben Clark Jr., en la Conferencia General de la Iglesia, el 3 de octubre de 1941: "Durante veinte años, he estado predicando en contra del comunismo. Y aún os prevengo en su contra, y os digo que estamos decayendo ante el mismo más rápidamente de lo que muchos podemos darnos cuenta; y os digo que si el comunismo triunfa, seremos privados de las cosas que son necesarias para alimentar nuestras familias, y la libertad de religión, la libertad de palabra y la libertad de prensa, nos serán vedadas.
"Os he advertido acerca de la propaganda y el odio. Estamos en medio del más notable despliegue de propaganda jamás presenciado en el mundo, la cual está orientada hacia un sólo objetivo. Quiero, pues, pediros: no creáis todo lo que leéis."

El comunismo priva a la vida de todo lo dulce, noble y edificante. Y esto se debe a que es enemigo de
toda justicia. El comunismo desprecia y odia a Dios y a Su Hijo Jesucristo. 


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GRÀFICO: HACIA LA VIDA ETERNA

Bosquejo publicado en la Liahona de Agosto de 1962, pàgina 181



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EL MORMONISMO Y LA ANTROPOLOGÍA

por Dee F. Green
(Tomado de the Instructor) 
Fuente: Liahona, Octubre de 1962, pàgina 234

La antropología es frecuentemente definida como la "ciencia del hombre." Su objetivo ha sido siempre descubrir la naturaleza humana del individuoproblema que resulta ser más complejo y variado que los de cualquier otra ciencia.



El principal interrogante de la antropología es el Mormonismo, o la doctrina de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, porque si hemos de vivir para siempre y alcanzar las posibilidades declaradas en Doctrinas y Convenios 132:20, es menester que

tengamos un íntimo y amplio conocimiento con respecto al hombre y sus acciones:

Entonces serán dioses, porque no tienen fin; por
consiguiente, existirán de eternidad en eternidad,
porque continuarán; entonces estarán sobre todo,
porque todas las cosas estarán sujetas a ellos. Entonces
serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles
estarán sujetos a ellos. (Doc. y Con. 132:20.)

Ante el inmenso panorama que los antropólogos se han trazado, será necesario que trabajen en estrecha correlación con muchas otras disciplinas además de las aceptadas tradicionalmente. La antropología incluye la investigación y el estudio de las ramas de la
arqueología, psicología, sociología, biología, lingüística, etnología y toda otra materia que pueda proveernos de indicios o evidencias concernientes a la verdadera naturaleza del hombre. Precisamente, entre estos otros campos de investigación podríamos contar la religión.


La coordinación de verdades religiosas con los datos antropológicos, facilita el  esclarecimiento de los problemas y provee de resultados más completos a las tareas de investigación concerniente al hombre y su medio ambiente. Por otra parte, la misma antropología ha contribuido y aún contribuirá en lo futuro a un mayor entendimiento del evangelio de Jesucristo. He aquí algunos ejemplos específicos.



A diferencia de los animales, que pueden depender enteramente de sus instintos naturales, el hombre debe aprender un sinnúmero de hábitos culturales que le son tan indispensables como para los seres irracionales lo es el instinto. En efecto, tal como la cultura no podría prevalecer sin el hombre, éste no sobreviviría sin la cultura. 



Esta educación cultural comienza con su propio nacimiento y es transmitida, de generación en generación, a través de toda su descendencia. La conservación de esta corriente de cultura tradicional es tan importante como la propagación misma de la

raza. No existe institución social tan idealmente identificada como la familia, con respecto al adiestramiento de los hijos conforme a los moldes de cultura básica que éstos deben conocer para poder sobrevivir. Ni las escuelas, ni las iglesias, ni los clubes, ni las entidades de puericultura resultan ser tan fehacientes o adecuados como el seno familiar.


Todo padre que eluda la responsabilidad de enseñar a sus hijos las normas fundamentales de la cultura social, está contribuyendo a la destrucción de su linaje. Las actitudes tales como "Yo quiero que crezca y decida por sí mismo," son un desatino y a ello se debe en gran parte la desorganización social predominante en nuestros días. Esto no es nuevo para los miembros de la Iglesia. Nuestros profetas han dado siempre énfasis a la importancia del hogar y de la familia. Y de una larga lista enumerativa, ello constituye otro caso en que nuestros profetas y maestros han sido corroborados por los hallazgos de la ciencia.


Otra de las áreas en que la antropología puede llegar a ser de gran servicio para la Iglesia es el programa misional. Las costumbres, hábitos, maneras y cultura de las gentes entre las que predicamos, son frecuentemente muy distintas a las nuestras. En efecto, el Mormonismo significa una cultura muy peculiar, con costumbres marcadamente distintivas y normas de vida que deben ser cabalmente asimiladas por todo aquel que desee experimentar una conversión decididamente positiva.


Nuestros misioneros son constantemente exhortados a amar y comprender a las personas entre las que trabajan. Esto puede conseguirse sólo si el misionero entiende y respeta las costumbres que para él y su cultura puedan resultar extrañas. Un antropólogo mormón no podría anticipar el campo de labor ni las circunstancias peculiares a que un joven o una señorita fueren llamados. No obstante, sí puede señalarles las diferencias de cultura y proveerles de puntos de vista y pormenores que habrán de desarrollar en ellos una

mayor tolerancia hacia esos pueblos. Esto no significa que alguna de nuestras doctrinas o principios deban o puedan ser comprometidos; pero con un mejor entendimiento respecto de las gentes entre las que han de predicar, nuestros misioneros pueden realizar una
tarea más efectiva.


La arqueología—estrechamente vinculada con la antropología— ha venido recibiendo últimamente más y mayor atención por parte de los miembros de la Iglesia, especialmente en cuanto a su relación con el Libro de Mormón. Nosotros, los Santos de los Últimos Días, proclamamos que el Libro de Mormón os genuino, mientras que el mundo generalmente declara que es falso. En medio de esta fundamental discrepancia en puntos de vista, los miembros de la Iglesia están en una posición tal que les permite reconocer

ciertas conformidades entre el libro y la arqueología que los eruditos explican con diversas "teorías". ¿Es que no aceptará el mundo la prueba del Libro de Mormón?
Y en todo caso, ¿qué es lo que constituye la "prueba" del Libro de Mormón? Sólo el testimonio del Espíritu, como lo promete el Señor: Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntaseis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención,
teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo; y por el poder del Esfúritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas. (Moroni 10:4-5.)


Todo lo que científicamente se ha descubierto y lo que en el futuro se descubra, debe ser clasificado como evidencia. Pero es aquí donde frecuentemente cometemos el error de buscar pruebas, cuando en realidad debemos buscar la verdad. Una "prueba" resulta

ser diferentes cosas para distintas personas, y puede no constituir precisamente la "verdad". Nuestro primordial interés debiera ser la búsqueda de la verdad, dejando entonces (pie los "fragmentos" de la escultura caigan donde deban caer. Y de una cosa podemos estar seguros: los "fragmentos" nunca caerán en contraposición al Libro de Mormón, porque la veracidad de éste ha sido ya demostrada mediante la evidencia de los testigos, la sangre del Profeta y el testimonio del Espíritu. 

Podrían, sin embargo, caer en contra de algunos de nosotros que estemos o hayamos estado principalmente apartándonos de las vías de acercamiento a la verdad y corriendo detrás de cada sombra arqueológica a fin de poder "comprobar". Dejemos las pruebas a la disposición y voluntad del Señor, y prosigamos cumpliendo con Su mandamiento de buscar la verdad.

¿Dónde descansa, entonces, el valor arqueológico y antropológico del Libro de Mormón?
Existen dos características benéficas y primordiales que han derivado de los diversos descubrimientos en esos campos. Primero, constituyen "señales que seguirán a los que creyeren." (Mormón 9:24.) En otras palabras, después de haber recibido el testimonio dado por el Espíritu Santo, tendremos el privilegio de reconocer evidencias adicionales, proveídas por la ciencia. Tal como se mencionara anteriormente, estas señales y evidencias adicionales no son generalmente reconocidas sino por los Santos de los Últimos Días, debido a que existen otras teorías y explicaciones que resultan aceptables a los que no creen que el libro sea verídico.

Segundo, estas investigaciones pueden llegar a despertar tanto interés entre los pueblos, como lo han logrado los programas de la A.M.M. o las actuaciones del Coro del Tabernáculo, hasta el punto de que muchas personas hayan comenzado a investigar seriamente nuestra doctrina. Debemos, asimismo recordar que al igual que las actividades mencionadas y también en cuanto a la obra misional, el Libro de Mormón debe convertir a las gentes por medio del testimonio del Espíritu y no en base a evidencias arqueológicas. Porque si el testimonio no está fundado en el testimonio espiritual, los resultados serán similares a los de aquellos individuos que se convierten por el misionero y no por la doctrina.

Habiendo leído uno de los varios libros que sobre el particular han publicado algunos miembros de la Iglesia, alguien exclamó: "No puedo entender cómo después de leer esta obra puede haber una sola persona que no se convenza de la veracidad del Libro de Mormón."
Pero este hermano olvidaba que los no miembros de la Iglesia carecen del don del Espíritu Santo, y en consecuencia no alcanzan a ver o identificar los mismos significados, conformidades y evidencias que son reveladas al individuo que ha tenido la fe necesaria
para investigar, someterse; a la prueba de la oración sincera y recibir entonces la respuesta mediante el testimonio del Espíritu. 


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EL RECOGIMIENTO DE ISRAEL - SEGUNDA PARTE

por O. Presión Robinson
(Tomado de The Instructor) 
Fuente: Liahona, Noviembre de 1962, pàgina 244.

Muy pocos acontecimientos históricos han sido tan frecuentemente predichos, y en forma tan detallada, como la dispersión de Israel. Tanto la historia antigua como moderna, revelan claramente cuan entera y completamente se cumplieron las profecías concernientes a la dispersión.
En nuestro número anterior tratamos este tema (véase "Liahona" de octubre, página 228), y antes de pasar a considerar el recogimiento de Israel, será interesante que hagamos un repaso acerca de la dispersión, a fin de refrescar nuestra memoria al respecto. He aquí un cuadro explicativo: 


Tal como decíamos al principio, la historia testifica estos hechos. Ahora bien, en cuanto al recogimiento de Israel, ¿qué sabemos? ¿Cuáles son las promesas que, bajo inspiración divina, anunciaron los profetas con respecto a la restauración final de Israel? ¿Están estas profecías cumpliéndose tan literalmente como las que precedieron la dispersión? 

Desde 1948 los judíos han estado estableciéndose en el nuevo Estado de Israel. ¿Es ello parte del profetizado recogimiento? 

Profecías concernientes a! recogimiento 
No obstante haber sido severo y terminante en Sus advertencias dadas por medio de los profetas en cuanto a que, por motivo de sus maldades, Israel iba a ser dispersado por los cuatro rincones de la tierra, el Señor amortiguó Sus terribles predicciones mediante la amorosa promesa de que, eventualmente, Sus hijos serían nuevamente congregados, aun ". . . como la gallina junta a sus pollos debajo de sus alas . . ." (Doc. y Con. 29: 2.)

Recordemos algunas de las Escrituras que nos dan esta alentadora promesa: *\ . . Jehová liará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios." (Deuteronomio 30:3.)

"Oíd palabra de Jehová, oh naciones, y hacedlo saber en las costas que están lejos, y decid: El que esparció a Israel lo reunirá y guardará, como el pastor a su rebaño/' (Jeremías 31: 10.)
*\ . . Cuando llegue el día en que crean en mí y que yo soy Cristo, he pactado con sus padres que entonces serán restaurados, en la carne, a los países de su herencia sobre la tierra." (2 Nefi 10: 7.)
"Sí, de cierto os digo otra vez, . . . Salid de Babilonia; congregaos de entre las naciones, de los cuatro vientos, desde un cabo del cielo hasta el otro." (Doc. y Con. 133:7.)

Estas no son sino unas pocas de las numerosas promesas específicas, dadas por medio de inspirados profetas, en cuanto al recogimiento de Israel.1 

Ahora bien, ¿cómo y cuándo habrá de ser Israel congregado? ¿Cuáles son las condiciones preestablecidas que deben preceder dicho recogimiento?

Condiciones de las que depende el recogimiento 
Antes de que las tribus de Israel puedan ser congregadas, es menester que se cumplan ciertos requisitos, los cuales se encuentran claramente comprendidos en las Escrituras mencionadas y que constituyen parte integral de las promesas del Señor al respecto. Estos requisitos o condiciones, son: [Cuando tú, Israel,] ". /. te convirtiertas a Jehová tu Dios, y obedecieres a su voz conforme a todo lo que yo te mando hoy, tú y tus hijos, con todo tu corazón y con toda tu alma, entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti, y volverá a recogerte de entre todos los pueblos a donde te hubiere esparcido . . " (Deuteronomio 30: 2-3; cursiva agregada. Léase todo el capítulo 30.)

Hablando de los judíos, Nefi nos dice: ". . . Cuando llegue al día en que crean en Cristo
y adoren, al Padre en su nombre, con corazones puros y manos limpias, y no esperen más a otro Mesías . . " (Véase 2 Nefi 25: 15-17.)

Estas serán, pues, las condiciones impuestas a Israel para su recogimiento* Los pueblos esparcidos deberán creer que Aquel que fue crucificado era el Mesías, Jesucristo, el Hijo del Dios Viviente. Ellos deberán aceptarle y orar al Padre Celestial en Su nombre. Y los judíos tendrán que cesar de seguir esperando a otro Mesías.
¿Se han llevado a cabo ya estos requerimientos?

Naturaleza del recogimiento
El estudio cuidadoso de las profecías bíblicas con relación al recogimiento de Israel, nos Índica que se llevarán a cabo dos tipos de asambleas en dos lugares distintos. El profeta Miqueas, refiriéndose al futuro de Israel, dijo: ". . . De Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová." (Miqueas 4:2.)

Miqueas fue un profeta de origen campesino de finales del siglo VIII a. C., proveniente de Moreshet una pequeña aldea de la fértil llanura de Sefela a unos 30 kilómetros al suroccidente de Jerusalén. 
Fecha de nacimiento: 740 a. C.
Fecha de la muerte: 670 a. C., Reino de Judá


Isaías también predijo que la Casa del Señor iba a ser establecida en la cumbre de los montes e igual que Miqueas declaró que la ley habría de ser entonces anunciada en Sión y que la palabra del Señor se dejaría oír desde Jerusalén.

El Libro de Mormón y las revelaciones modernas explican en forma clara y precisa que el recogimiento de Israel consistirá de dos fases y se producirá en dos lugares distintos y separados. La Iglesia Restaurada enseña que Sión será edificada sobre el continente americano y que aquellos que hayan aceptado el evangelio de Jesucristo y sean puros de corazón se congregarán en ese lugar. En efecto, aun los gentiles (aquellos que no son literalmente de la sangre de Israel), si aceptan el evangelio, serán contados entre los hijos de Israel y juntamente congregados.

Jesús, durante Su breve ministerio entre los nefitas, declaró: "Pero si [los gentiles] se arrepienten y escuchan mis palabras, y no endurecen sus corazones, estableceré mi iglesia entre ellos; y entrarán en el convenio, y serán contados entre este resto de Jacob, al cual he dado este país por herencia." (3 Nefi 21: 22.)

Desde que la Iglesia fuera organizada en 1830, grandes números de almas han estado congregándose "de entre las naciones" de la tierra. Habiendo aceptado el evangelio de Jesucristo, han sido bautizadas y confirmadas cientos de miles de personas. Este "recogimiento" sigue desarrollándose a pasos agigantados mediante la labor de más de diez millares de misioneros que en la actualidad se encuentran predicando el evangelio por todo el orbe y trayendo más y más almas al rebaño, Esto es el cumplimiento literal de una de las fases del recogimiento de Israel—el divino proceso de guiar a los hijos de Dios hacia Su eterno plan de salvación. 

La Nueva Israel
La iglesia de Jesucristo también acepta el hecho del regreso literal de los judíos a su prometida tierra de Palestina. El día 14 de mayo 1948, el nuevo y soberano Estado de Israel fue proclamado. Aún antes y desde entonces millares de judíos se han congregado
en la Tierra Santa, edificando con determinación asombrosa su joven estado y convirtiéndolo en un pujante y moderno país. ¿Es éste, entonces, el literal cumplimiento
de la segunda fase del recogimiento de Israel? 

Por más de 2.000 años, desde que el emperador romano Pompeyo capturó Jerusalén y tomó posesión de Palestina, en el año 63 a.J.C, los judíos han permanecido dispersados por sobre toda la faz de la tierra. En ninguna parte pudieron encontrar un hogar realmente estable. En casi cada*país donde se establecieron, han sido perseguidos, odiados, expulsados y segregados. Este desamparado pueblo no vio luz de esperanza alguna hasta que la notable Declaración de Balfour fué sancionada el 2 de noviembre de 1917.
Y esta esperanza estuvo orientada hacia la antigua tierra prometida: Palestina. Desde esa fecha y durante treinta años, los judíos influyentes de todo el mundo han estado trabajando diligentemente en pos del día que ¡al fin! amaneció en mayo de 1948, cuando pudieron establecer su hogar en una nación propia.

En la actualidad, hay aproximadamente dos millones de judíos viviendo en el nuevo e independiente Estado de Israel, y entre ellos sólo hay una pequeña cantidad de Cristianos.
¿Es éste, entonces, el cumplimiento literal de la antigua y profética promesa? ¿Qué pasa en cuanto a la siempre presente condición estrechamente asociada con las promesa del recogimiento? ¿Han aceptado estas gentes a Jesucristo como su Salvador? ¿Han cumplido
con el requisito de aceptarle y orar al Padre en Su nombre?

Es evidente que, no obstante el asombroso hecho del regreso físico de cientos de miles de judíos a su original suelo nativo, la segunda fase del recogimiento de Israel, aunque sí en sus pasos preliminares, no se ha llevado a cabo completa y definiclamente. La presencia de los judíos en Israel, podría facilitar la necesaria predicación del evangelio de Jesucristo entre ellos y, tal como lo encontramos profetizado en Deuteronomio, capítulo 30, lograr que se conviertan al Señor y obedezcan Su voz conforme a todo lo que les ha sido mandado—ellos y sus hijos, con todo su corazón y con toda su alma. Cuando este tiempo llegue, ", . . cuando llegue el día en crean en mí y que yo soy el Cristo/' conforme a las palabras exactas del Señor, la promesa que El hizo a sus padres en cuanto a que "entonces serán restaurados, en la carne^ a los países de su herencia sobre la tierra/* comenzará a cumplirse cabalmente.

Mientras tanto, la primera fase del recogimiento está en efectivo y progresivo desarrollo. 


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LA DISPERSIÒN DE ISRAEL - PRIMERA PARTE

Por O. Presión Robinson
(Tomado de The Instructor) 
Fuente: Liahona, Octubre de 1962. Pàg. 228


Aproximadamente mil cuatrocientos años antes de Jesucristo (los historiadores no han
podido precisar una fecha exacta), una caravana de cerca de 600.000 esclavos hebreos, "sin contar los niños",1  escaparon de sus opresores egipcios, iniciando una lenta y difícil marcha hacia la Tierra Prometida. Estos eran los descendientes literales de José, Jacob,
Isaac y Abrahán, que unos 400 años antes habían bendecido a Egipto mediante sus virtudes y su laboriosidad, y quienes ".. . fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo. . . . " (Éxodo 1:7.) Pero después de un tiempo los
gobernantes egipcios olvidaron las bendiciones de José y sometieron a estas gentes a la esclavitud, exigiendoles pesados gravámenes y haciéndoles construir ciudades y monumentos dedicados a sus extraños dioses.

Bajo la dirección y el empeño de Moisés, los israelitas iniciaron su milagroso éxodo y después de unos cuarenta años de venturoso y esperanzado deambular por el desierto, llegaron a las montañas de Moab. Y desde estas cumbres pudieron ver ¡al fin!, allá abajo,
el encantado oasis de Jericó y el indudablemente impresionante panorama de la Tierra Prometida.


Fué precisamente en Moab que Moisés fué tomado de entre ellos. Pero antes de separarse, el gran profeta les predijo tanto sus victorias como sus derrotas. Por motivo de sus maldades y de su obstinación en no cumplir con las leyes que les fueron dadas, Moisés
predijo al pueblo de Israel: "Jehová traerá contra ti una nación de lejos, . . . nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño; . . . Y Jehová te esparcirá por todos ¡os pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres. . . . " (Véase Deuteronomio 28:15-64; cursiva agregada.)

Es indudable que éste es uno de los eventos históricos que han sido más detalladamente predichos y documentados. Uno a uno, directores y profetas amonestaron al pueblo, a través de las edades, que si no se arrepentía de sus pecados y se volvía al Dios de sus padres, sería sacado de su tierra, sus ciudades habrían de ser arruinadas y sus gentes esparcidas como rastrojo al viento.2

Los profetas del Libro de Mormón, que salieron de Jerusalén 600 años antes de Jesucristo, tenían también mucha información con respecto a la dispersión de Israel. Durante su viaje desde Jerusalén hasta la costa del mar—lo cual constituyó parte de la referida dispersión—, el profeta Lehi predijo que los judíos caerían en la incredulidad, crucificarían al Mesías y serían luego esparcidos por toda la faz de la tierra. (Véase 1 Nefi 10:11-12.) Este mismo Lehi y los profetas que le sucedieron, recibieron y declararon revelaciones detalladas con respecto al compromiso de Israel por causa de su maldad, y también en cuanto a la división y esparcimiento de sus propias gentes debido a sus actitudes negativas hacia las enseñanzas y principios del evangelio.

La historia testifica innegablemente el literal cumplimiento de estas profecías. No ha habido en la historia otro pueblo que haya sido tan completamente desarraigado y esparcido como el de Israel. Más aún, nadie ha sido tan despreciado y tan violentamente
perseguido como los israelitas. Desde los tiempos en que Moisés lo profetizó, hasta las recientes acciones y cámaras de gas de la Segunda Guerra Mundial, estos infortunados aunque potencialmente bendecidos individuos han sido constantemente perseguidos, espantados, asesinados, despojados y dispersados por todas las naciones del mundo.

Los preliminares de la dispersión israelita quedaron establecidos con la división del pueblo, después del reinado de Salomón. El hijo de David y Betsabé heredó el trono de Israel en momentos en que éste había alcanzado su más alto nivel con respecto a estrategia y poder. A diferencia de su padre, Salomón no aumento las posesiones de Israel, sino que concentró particularmente su atención en el desarrollo cultural y económico. Fortaleció el intercambio comercial, construyó grandes  ciudades y completó la edificación del hermoso templo de Jerusalén. Para mantener tan amplio programa

económico, dividió la tierra en distritos a fin de facilitar la aplicación y administración de impuestos. Esta división administrativa se ajustó a la distribución geográfica previamente establecida entre las Doce Tribus y determinó el comienzo de una era de discordias y conflictos entre éstas que posteriormente trajo como consecuencia la destrucción del pueblo.

Después de la muerte de Salomón, el reino que David había unificado fue nuevamente dividido en dos partes. La tribu de Judá, incluyendo una parte de las de Simeón y de Benjamín, se estableció en el Sur del país, con Jerusalén como cabecera. Israel, comprendiendo las demás tribus, se instaló en el Norte, con - asiento en Samaría. Así comenzó un período, aproximadamente 900 años antes de Jesucristo, de severas . contiendas entre Roboam, el hijo de Salomón, rey de Judá, y Jeroboam, el joven oficial de la tribu de Efraín que en un tiempo gozara del favor de Salomón. Las guerras entabladas entre estos dos caudillos y sus respectivos pueblos, terminaron por dividir y debilitar sus reinos, abriendo paso a la subsiguiente conquista por parte de las potencias extranjeras.

Fue en esta época entonces (entre los años 875 y 850 antes de Jesucristo), que los profetas Elías y Elíseo amonestaron firmemente a las gentes, advirtiendoles que si persistían en sus iniquidades serían severamente perseguidos y dispersados. Fue también durante este período que Samaría fue sitiada, siendo entonces cuando encontramos la primera referencia a una parcial dispersión de los hijos de Israel.

La división hebrea entre los dos fragmentos (Israel y Judá), y las guerras y conflictos consiguientes, como dijimos antes, abrió las puertas a la invasión extranjera. En esa época, conforme la historia lo relata, los egipcios hicieron exitosas incursiones en las comarcas de Judá y conquistaron varias ciudades de Israel. Parece evidente, asimismo, que estos invasores, en adición a los esperados botines de guerra, capturaron a muchos
israelitas, llevándolos cautivos a Egipto.

Algo más tarde, durante el reinado de AcabSamaría fue otra vez sitiada y aunque los invasores fueron derrotados, las Escrituras contienen evidencias de que muchos israelitas fueron expulsados hacia el Norte y se establecieron en las ciudades cercanas a Damasco. (1 Reyes 20:34.) Sin embargo, la primera migración en gran escala tuvo lugar durante el reinado de Tiglat-pileser III, rey de Asiría. Cerca del año 734 a.J.C, habiendo dominado las ciudades del oriente, este monarca puso sus ojos en las comarcas occidentales, tomó Damasco y luego colocó al pueblo todo de Israel bajo su control. Y en el transcurso de su conquista, Tiglat-pileser llevó cautivos a Asiría a un gran número de caudillos y personas prominentes de Israel. Samaría, no obstante, resistió exitosamente la invasión, pero el sucesor de este rey, Salmanasar, sitió la ciudad durante tres años el cabo de los cuales, otro rey de Asiría, Sargón II, la conquistó llevando entonces en calidad de esclavos a 27.290 israelitas, la mayoría de ellos de alta jerarquía, a lá ciudad de Babilonia. En su esfuerzo por destruir definitivamente el reino de Israel, Sargón reemplazó a estos esclavos por gentes  de Babilonia y de Media. Este fué el origen de los Samaritanos, "los extranjeros en la tierra" que tanto despreciaban los judíos en los tiempos de Jesús. En esa época, los profetas Amos, Oseas y posteriormente Isaías predicaron al pueblo, sin un éxito constante, tratando de persuadir al pueblo hacia el camino del bien.

Tiglath-Pileser III (en acadio: Tukultī-Apil Ešarra: Mi confianza está en el hijo de Esharra) fue un prominente rey de Asiria en el siglo VIII a. C. Gobernó entre 745 y 727 a. C. y fue el fundador del Imperio neoasirio.Está considerado uno de los más exitosos comandantes de la historia. Sus conquistas abarcaron la mayor parte del mundo conocido por los antiguos asirios.

La caída de Samaría dejó a Judá todavía independiente pero en una situación difícil e insegura. Siendo que Uzías accedió a pagar tributos a los Asirios, éstos permitieron que Judá no fuese perturbada, al menos hasta después de la muerte de Sargón. Sin embargo,
en el año 701 tuvo lugar una revuelta y el nuevo rey de Asiría, Senaquerib, invadió Judá y cercó Jerusalén, conquistando los pequeños pueblos de los alrededores. 

Senaquerib (Izquierda) (Acadio: Śïn-ahhe-eriba, "Sin ha reemplazado a mis hermanos (perdidos) por mí") fue rey de Asiria desde el 12 de Av (julio-agosto) de 705 a. C. hasta su muerte, el 20 de Tevet (diciembre-enero) de 681 a. C., así como de Babilonia entre 705 y 703, y nuevamente desde 689 a. C. hasta su muerte.

En esta oportunidad, Isaías proclamó a Jerusalén como la Ciudad de Dios y la declaró inviolable, lo cual evitó que fuese destruida, pero muchos judíos fueron llevados cautivos por los invasores. Aparentemente, en esta misma época fueron establecidas en Egipto varias colonias judías. (Jeremías 44:10.) No obstante haber sido preservada gracias a las
palabras de Isaías, tal como las poblaciones circunvecinas la ciudad de Jerusalén quedó en una situación muy precaria. El pueblo dormía cada vez más profundamente en la iniquidad y el gran maestro Jeremías comenzó a declarar entonces sus proféticas predicciones concernientes a la final destrucción de la Ciudad Santa.

Y fué durante este período que muchos judíos, incluso Lehi y su familia, abandonaron el país. Mientras tanto, un nuevo ejército comenzaba a prepararse en el Este. El reino asírio tambaleaba y Nabucodonosor, el dinámico caudillo babilonio, iniciaba su marcha. En el Occidente, los egipcios aumentaban su poderío y en el año 608 a.J.C. Necao, el rey de Egipto, envió sus ejércitos en contra de Palestina y capturó muchos judíos.
Archivo:Necao II.jpeg
Necao era hijo de Psamético I y de Mehetenusejet. Su esposa fue Jedebarbenet, 
madre de Psamético II.
Apoyó a los asirios contra Babilonia. Como consecuencia de una expedición, mandada personalmente por Necao en 608 a. C., Josías, el rey de Judá, fue derrotado y muerto en Megido. En su lugar fue designado rey su hijo Joacaz, pero sólo duraría tres meses pues Necao lo sustituyó por el primogénito Joaquim, restaurando así la supremacía egipcia sobre Palestina.

Pese a sus victorias militares, el imperio babilónico —característica de todos los pueblos que conquistan por la espada—comenzó a desintegrarse desde adentro, y tal como ha sucedido siempre en la historia, un nuevo poder estaba listo para tomar control de la situación.

En el año 539 a.J.C, Ciro el Grande, rey de Persiacompletó su conquista de Babilonia y saqueó lo que quedaba de Judá y de IsraelLa administración persa, sin embargo, fué benevolente.
Ciro II el Grande, quien nació entre los años 600 y 575 a.C., fue un gran guerrero, pero sobre todo un extraordinario gobernante que fundó al Imperio Persa y lo convirtió en el más extenso y poderoso de su época.

A diferencia de los asirios y de los babilonios, Ciro invirtió la política de deportación aplicada a las gentes de Israel e instituyó un programa de restablecimiento de los cautivos a sus respectivos hogares. éste fué el principio de la reconstrucción del estado hebreo que continuó luego bajo la regencia de Darío I y de Artajerjes. Conducidos por los profetas Ezra y Nehemías respectivamente, sendos contingentes de israelitas regresaron a sus lares y comenzaron a reencauzar sus vidas en los cánones originales de la religión hebrea. En el año 516 a.J.C. fué completada la reconstrucción del templo de Jerusalén. Ezra compiló y editó los cinco primeros libros que actualmente forman parte del Antiguo Testamento (el Pentateuco) y estableció los preliminares para la restauración de la vida judía conforme a las leyes de Moisés. Gracias a la obra de Ezra y de Nehemías y a la vigilante aprobación de los gobernantes persas, el reino hebreo logró recuperar eventualmente casi la mitad del tamaño que tenía antes de ser destruido por los babilonios, unos 125 años atrás.

Durante este período de administración persa, muchos hebreos prosperaron y llegaron a tener influencia en las ciudades orientales. Un gran número de ellos nunca regresó a Palestina. Sus descendientes formaron los núcleos de la comunidad judía que se arraigó en Irak hasta el año 1948 de nuestra era, cuando los grandes conflictos árabe-judíos causaron su regreso al nuevo Estado de Israel.

Nuevamente la historia se repitió y el imperio persa comenzó a decaer, y terminó siendo conquistado por Alejandro Magno, quien en el año 331 a.J.C. incorporó el territorio al imperio griego. El reinado de Alejandro, sin embargo, fue relativamente corto y cuando este murió ocho años después, sus dos generales principales, Seleuco Nicátor y Ptolomeo I, lucharon por el trono y concluyeron por dividir el reino. Seleuco estableció las cabeceras de su dominio en Siria y en Fenicia, en tanto que Ptolomeo centralizó su poderío en Egipto y en Alejandría. Palestina, estando ubicada en medio de ambos reinos, debió soportar las continuas guerras entabladas entre ellos.

Y así encontramos en la historia que durante los subsiguientes 25 años Jerusalén cambió de dueño siete veces, mientras que miles de hebreos fueron nuevamente tomados cautivos y, dispersados en distintos lugares.

El historiador Filón estimó que aproximadamente unos 40 años antes del nacimiento de Jesús había en Egipto más de un millón de judíos. Cientos de miles más emigraron o fueron llevados a Antioquía y a las ciudades del Norte, desde donde se esparcieron por Persia, Media, Armenia y más aún hacia el Este y el Norte.

Un segundo período de restauración, sin embargo, tuvo lugar durante el reinado de los Macabeos. En el año 168 a.J.C, un sacerdote hebreo llamado Matatías rehusó someterse a la voluntad de Antíoco, quien había hecho erigir una serie de altares a todo lo largo del
país y dispuso que todos sus habitantes debían adorar al dios Zeus. En su rebeldía, el sacerdote hebreo mató a un soldado griego, por lo que debió huir al desierto junto con su familia. Enteradas de esta rebelión, muchas otras familias judías comenzaron a reunírseles y pronto la situación desembocó en un conflicto en gran escala.

Judas Macabeo, uno de los hijos de Matatías, organizo una serie de guerrillas contra los griegos y sus guarniciones, logrando recuperar la mayor parte de Palestina, incluso el templo de Jerusalén. Algo más tarde, otro guerrero macabeo, Alejandro Janneo, reconquistó toda la Palestina y reestableció el Estado Hebreo. Sin embargo, estas felices circunstancias no duraron mucho tiempo. A poco, una nueva división se produjo entre los judíos. Los Fariseos, que practicaban la religión en base a una pureza ritual, comenzaron a disputar y contender con los Saduceos, quienes profesaban la religión en directa conexión con sus actividades y procederes humanos. Después de la muerte de Janneosus dos hijos, Hircano II y Aristóbulo II, a favor de los Fariseos uno y en pro de los Saduceos el otro, lucharon por el reino, cometiendo ambos un error al recurrir—ignorado el uno las intenciones del otro— al romano Pompeyo en busca de ayuda. Pompeyo se tomó su tiempo y cuando ambas potencias estaban debilitadas, atacó Jerusalén y tomó todo el territorio de Palestina en el año 63 a.J.C Este fué el principio del imperio romano v el fin de la independencia judía hasta el año 1948 de nuestra era, cuando el nuevo Estado de Israel fué declarado y establecido. 

Así vemos que las profecías concernientes a los pesares, afanes y dispersión de Israel, pronunciadas aun antes del nacimiento de Jesús, se han cumplido literalmente. Sin embargo, los israelitas no fueron dejados sin promesas o esperanzas. También los profetas han predicho el recogimiento de Israel. Todos aquellos que predijeron su dispersión, prometieron también que algún día los israelitas iban a ser restaurados y congregados nuevamente. Pero esta promesa ha sido dada siempre con la condición de que retornaran a las enseñanzas de sus padres y aceptaran a Jesucristo como el Hijo de Dios. Pero he aquí, así dice el Señor Dios: Cuando llegue el día en que crean en mí y que yo soy Cristo, he pactado con sus padres que entonces serán restaurados, en la carne, a los países de su herencia sobre la tierra. Y acontecerá que serán reunidos de su larga dispersión, desde las islas del mar y desde las cuatro partes de la tierra. . .. (2 Nefi 10:7-8.) 

Llamadas
l Exodo 12:37.
2 1 Reyes 14:51; Isaías 5:1-7, 13; 10:3; 42:24-25; Jeremías 7:12-15; 9:11; 10:22; 34:17; Ezequiel 20:23; 22:15; 34:6; 36:19; Amos 7:17; 9:9; Miqueas 3:12; Zacarías 10:9.  




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